Recuerda siempre que tu baraja de tarot es un amigo fiel, que se debe tratar con respeto y consideración. El tarot sirve a un solo dueño y no debe ser utilizado por ninguna otra persona. Nunca uses la baraja para fines distintos a la adivinación o meditación. Las cartas del tarot no son un juguete para niños, ni se deben emplear para los juegos de cartas habituales. A la hora de trabajar con el tarot, lo que cuenta es tu propio estado interior. Si reservas tus cartas para fines serios y las sientes como algo completamente tuyo, el simple hecho de tenerlas en la mano te ayudará a conectar con ellas y estarás en mejor disposición para descifrar sus mensajes. Es recomendable manejar y mezclar las
cartas siempre de la misma manera. De este modo, se refuerza tu predisposición mental.
Una baraja de tarot no es un objeto más, ni siquiera es comparable a cualquier otro tipo de baraja. Si trabajas con el tarot durante un tiempo, acabarás por establecer un vínculo afectivo con las cartas. La razón de este fenómeno podría hallarse en el hecho de que los naipes, con su potente contenido arquetípico, conectan directamente con tu parte más profunda, llámese inconsciente, Yo superior, alma, hemisferio cerebral derecho, etc. Las cartas sufren cierto desgaste durante su manipulación y mezcla. A la hora de mezclarlas hay que evitar métodos bruscos como combar las cartas con los dedos para mezclarlas en abanico (al estilo de los jugadores de poker) u otros sistemas como dividir el mazo en dos e intentar introducir una parte en otra golpeando los filos de los naipes. Hay varios métodos recomendados para mezclar las cartas, que aprenderás con detalle en el Capítulo 9. A continuación te presento varios sistemas de forma resumida:
Toma las cartas en la mano derecha. Empuja, con el pulgar, pequeños paquetes de cartas a la palma de la mano izquierda. Sitúa cada nuevo paquete alternativamente arriba y debajo del nuevo mazo que se formará en esta mano. Cuanto más pequeños los paquetes, mejor será la mezcla. A continuación, devuelve el mazo a la mano derecha y vuelve a mezclarlo tantas veces como desees. Extiende las cartas boca abajo sobre la mesa. Con las dos manos, mezcla las cartas en círculos hasta que lo consideres apropiado. Coloca el mazo de cartas boca abajo sobre la mesa. Con la mano derecha corta el mazo por la mitad, situando el paquete inferior sobre el superior. Repítelo tantas
veces como desees. Toma el mazo boca abajo con la mano izquierda. Extrae las cartas una a una con la derecha y sitúalas alternativamente en varios montones. Una vez hayas extraído todas las cartas. Recoge los paquetes de cartas hasta
formar un solo mazo. Es conveniente también, disponer de un tapete sobre el cual mezclar o echar las cartas, ya que deslizar los naipes sobre superficies duras como la madera provoca un desgaste progresivo. El tapete puede ser un trozo de fieltro cuadrado de unos 50 cm. De ancho o más. El color de la tela no tiene importancia, aunque recomendamos el verde o el negro, pues ayudan a fijar la vista sin cansarla y además, eliminan distracciones.
Cuando no lo utilices, debes guardar tu mazo de cartas en un lugar seco y tranquilo, lejos del alcance de otras personas. Recuerda por último que no hay ninguna "regla mágica" para hacer que el tarot funcione. Lo único que realmente cuenta es tu sentimiento
hacia las cartas y la familiaridad que alcances con ellas. Mucha gente piensa que usar el tarot requiere un don especial, que sólo está al alcance de algunos pocos afortunados. Pero esto no es cierto, créeme. Conectar con el tarot es mucho más fácil de lo que imaginas, y está a tu alcance. Te invito a que realices el Ejercicio práctico número 1: "Tu baraja del tarot", que encontrarás en la página 183. Si aún no tienes tu baraja Rider-Waite, este ejercicio te orientará en su búsqueda. Con él aprenderás también acuidar y conservar tus naipes, y, lo que es más importante, aprenderás los mejores métodos para conectar con las cartas y establecer un potente vínculo mental y afectivo entre ellas y tú. Este es el comienzo de una gran amistad.
En los primeros años del tarot, existió una gran diversidad de barajas en toda Europa. Algunas contaban con 98 naipes, otras pasaban de los 100, y algunas tenían más de 140.
Los tarots podían incluir símbolos tan heterogéneos como los signos del Zodíaco o las Virtudes teologales. Su uso principal era el juego, aunque también se empleaban para la instrucción de los jóvenes, en su mayoría analfabetos. En cualquier caso, los arcanos mayores han cambiado poco desde sus orígenes.
A medida que los naipes se popularizaron, la persecución religiosa contra su uso fue reciendo. Los naipes fueron censurados en Castilla, Florencia, Alemania, París y el Norte de Italia. En 1452 Juan Capistrano ordenó que se quemara una gran pila de cartas en el mercado de Nuremburg como si se tratara de brujas reales. Pero a pesar de esta persecución, el pueblo llano siguió usando las cartas tanto en el juego como con fines adivinatorios, aunque siempre bajo la atenta mirada de la iglesia católica. Hacia finales del siglo XVI y comienzos del XVII los fabricantes de cartas de la ciudad de Marsella crearon un mazo de cartas que, con el transcurso del tiempo, se ha convertido en un estándar. El Tarot de Marsella sigue siendo uno de los más utilizados aún hoy en día. Una de las particularidades de este tarot es la gran cantidad de elementos esotéricos que contiene. Probablemente, los artistas que lo crearon tendrían, como sucede actualmente, una inquietud de tipo espiritual o trascendente. Incluso es probable que mantuvieran lazos con hermandades iniciáticas como sucedía en otros gremios. Así, de copia en copia y de ciudad en ciudad, el tarot pudo evolucionar hasta su forma moderna.
